Cada día aparece más información acerca de los problemas que, en los últimos tiempos, han conllevado nuestra forma de alimentarnos; dietas hipercalóricas, hiperglúsidas, demasiados conservantes en los alimentos, poca ingesta de fibra y el suplir la ingesta de agua por bebidas saborizadas. Hoy la gran pandemia en el mundo, y que genera millones de pérdidas humanas, deriva de los problemas cardiovasculares generados por el sobrepeso y la obesidad, casi siempre, consecuencia de nuestra manera de alimentarnos.
A pesar de lo común y culturalmente aceptado que resulta esta forma desequilibrada de alimentarnos, nunca nos ponemos a pensar si lo que hacemos es lo más idóneo para que nuestras células respondan de manera adecuada y tengamos una vida saludable.
Considero que nos hemos dejado llevar por los modelos marquetinizados de alimentos que están de moda y que son poco saludables; dejamos que las emociones y adicciones superen la forma consciente en que debemos alimentarnos.
¡¡Reaccionemos!!
Haz un alto en tu vida y piensa en la manera como le mandamos información a nuestras células a través de nuestra forma de alimentarnos; sí le enviamos una información incorrecta, nuestros resultados en salud van a ser desastrosos. Acuérdate de que el cuerpo es sabio y aquello que no necesitas comienzas a acumularlo y a generar daño. Los alimentos tienen gran poder para sanar y el comer saludable nos aporta gran beneficio para la salud, bienestar y calidad de vida.
Con cada bocado y cada trago, tomamos decisiones sobre nuestra salud y nuestro bienestar. Elegimos lo saludable o lo perjudicial, a veces sin ser plenamente conscientes de ello o incluso siendo conscientes, a veces tomamos decisiones sin valorar las consecuencias perjudiciales a largo plazo.
Hoy día, la buena nutrición es la base para el desarrollo y bienestar físico a lo largo de toda la vida. Y se acepta que la nutrición es uno de los factores principales para la prevención de enfermedades crónicas.
Aproximadamente un 30% de la población mundial sufre malnutrición. Las consecuencias son retardo en el crecimiento físico y mental, incapacidad, enfermedades y la muerte. En el mundo se producen al año unos 11 millones de muertes en edades inferiores a los 5 años, de los cuales el 60 % se deben a malnutrición. Como consecuencia de todo ello, los países afectados sufren un retardo en el desarrollo socioeconómico nacional. El hambre de ciertos países contrasta con la abundancia de los países desarrollados. En estos últimos la alimentación se caracteriza por el exceso; tanto en cantidad como en calidad. Se consume en exceso grasa, sal, azúcar, etc. Como consecuencia aumenta la obesidad, la diabetes, las enfermedades coronarias y el cáncer entre otras enfermedades.
Se estima que la alimentación está relacionada con un 30% de los cánceres en los países industrializados y hay evidencia del papel de las grasas saturadas animales en las enfermedades cardiovasculares. Llevando la realidad a la exageración, casi se puede decir que el mundo se divide entre los que se mueren de hambre y los que se mueren por comer demasiado.
Estos datos dejan clara la relación entre alimentación y bienestar. Se impone que los organismos internacionales trabajen para suprimir la lacra del hambre de la humanidad, pero además, cada persona puede preguntarse cómo puede contribuir a ello.
¿Qué debo entonces hacer?
Lo primero que debes entender es que teniendo la información correcta sobre la forma y hábitos de alimentación que son saludables y además conocerte a ti mismo, sobre lo que practicas a diario, podrás tomar las decisiones más adecuadas. Es claro que no somos conscientes de lo que comemos y solemos elegir nuestros alimentos sin considerar una evaluación nutricional de las necesidades de tu organismo.
La conciencia plena de lo que nos llevamos a la boca también implica la elección de nuestra comida. Esto nos lleva al autocontrol, al conocer las sensaciones de hambre o satisfacción que inevitablemente fomentan nuestros patrones de alimentación, la aceptación de nuestro cuerpo, pensamiento y emociones.
No es lo que comes, sino como lo comes: Alguna vez te has preguntado ¿por qué comes? Por miedo, ansiedad, hambre o simplemente por el placer de alimentarte.
Muchas veces comemos influenciados por la moda, por la televisión sin tener en cuenta los síntomas de hambre y lo peor sin disfrutar.
La invitación es a ser más conscientes de tu forma de alimentación y reflexionar si cada bocado que llevas a tu boca es lo que realmente requiere tu organismo.
Por último, te recomiendo varios consejos tomados de expertos en conciencia alimentaria:
- Honra tu comida: entender de donde proviene, que nutrientes contiene, que te va a aportar en tu salud: recuerda que esa es la información que le aportaras a tus células.
- Sé consciente de las porciones porque esa cantidad debe ser la apropiada a tus necesidades.
- Masticar lento es un acto importante no solo en el proceso digestivo, también a ser más conscientes del sabor, la textura, la temperatura de los alimentos; esto creará conexiones y plantillas en tu memoria cerebral que reforzaran o rechazaran los alimentos en futuras exposiciones.
- Respeta tus horas de comida, pero ante todo deja los espacios necesarios entre comidas para que se hagan los procesos metabólicos adecuados en tu organismo. Idealmente debes dejar espacios de 5-6 horas entre comidas y 10 -12 horas desde la última comida de la noche y el desayuno. Estos espacios permitirán que se activen procesos beneficiosos para evitar el sobrepeso y también la autofagia que ayuda a la depuración de células potencialmente cancerosas.
- Aumenta tu consumo de vegetales y evita azúcares refinadas y grasas vegetales.
- Involucra más fibra en tu dieta.
Ahora sé consciente de tu alimentación – ¿Estás haciendo lo correcto para tu salud?
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